Complicaciones inesperadas en obstetricia. Cómo actuar

Autora, María A. Pérez Herrero

LE Anestesiología y Reanimación. Hospital Clínico Universitario de Valladolid


A pesar de los avances tecnológicos y terapéuticos actuales, la mortalidad materna sigue presentando cifras inaceptablemente altas: en 2015 se registró una mortalidad materna mundial diaria de 830, y en España de 4,7 por 100.000 nacidos vivos y una mortalidad perinatal de 8,3 por cada 1.000 nacimientos (SEGO, 2015).  La mayoría de estas muertes se producen en países en desarrollo, zonas rurales y comunidades con ingresos bajos; o en adolescentes menores de 15 años, y podrían haberse evitado. Por otra parte, los avances médicos han posibilitado la finalización de embarazos en casos de contraindicación previa de la gestación (cardiopatías o insuficiencia renal), pero a costa de un riesgo de mala evolución del embarazo y  descompensación de la enfermedad subyacente. A ello hay que añadir el progresivo retraso de la primera gestación, que secundariamente requiere técnicas de reproducción asistida, con el consecuente aumento de los partos múltiples, con mayores riesgos materno-fetales.

Los anestesiólogos formamos parte de un equipo multidisciplinar para el manejo óptimo de la embarazada, y como tales, debemos evaluar signos atribuibles a la técnica anestésica, en especial hipotensión, cefaleas, prurito, dolor de espalda, déficits motores o sensitivos; y en algunos casos el diagnóstico y tratamiento precoces pueden determinar el pronóstico de la paciente. Además, en caso de riesgo vital, debemos liderar el equipo reanimador.

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